Liturgia



MI CARTA DE REYES

6 DE ENERO. DIA DEL CATEQUISTA



          El misterio de la Epifanía encierra la manifestación, la presencia del Dios del amor; lo deseado se ha hecho visible. Se trata naturalmente, no de una visión desde fuera, curiosa, lejana, sino de una visión participativa; una visión por la que no sólo descubrimos el misterio, sino por la que nos introducimos en él.

          La Epifanía es el gran paso a la vida, la libertad, la verdad y la fe. El Dios encarnado y manifestado salva la trascendencia, la lejanía, el silencio, y, llega a nosotros temblando de amor, mendigo de amor. Este es un camino de achicamiento, despojándose de sus grandezas, hasta quedar a nuestra altura, a la medida de nuestra pequeñez.

          Sin embargo, la Epifanía sólo es posible, cuando se descubre la estrella, y, así como la relación de los Magos con la estrella no siempre fue fácil (se ocultaba, la perdían), fue una relación dialéctica, como nos suele pasar siempre en nuestra relación con las personas y, sobre todo, en nuestra relación de amor. Hay sorpresas y seducción, hay deseos e ilusiones, hay encuentros y desencuentros, hay seguimiento ciego y leal, hay duda y oscuridad, hay búsqueda y hay por fin descubrimiento maravilloso, que “llena de inmensa alegría”. Y siempre volver a empezar, pero con nuevas intensidades.

          Pero, puede darse el rechazo a la llamada, como pasó al joven rico¸ como sucede tantas veces. Fijémonos mejor en el ejemplo de los Magos. Seguir la estrella supone dejar muchas cosas y prescindir de otros caminos o estrellas que pudieran presentarse. Supone también estar a la escucha, para conocer mejor su brillo, su lenguaje. Supone sacrificio y paciencia, porque el camino se hace largo y habrá que superar muchas dificultades. Puede llegar incluso un cierto cansancio o un cierto aburrimiento. Pero siguen adelante y mutuamente se animan y se ayudan. Son varios los Magos, y es un dato importante. El ir en compañía facilita mucho las cosas. Todos sentimos la necesidad del compañero y amigo. El camino que lleva a Belén es un camino largo y difícil y no se puede hacer en solitario.

          ¿Quién no ha sentido estas experiencias de oscuridad? Empezaron las dudas sobre la estrella y su llamada. Esta situación puede producir un sufrimiento que llega, a veces, a límites indecibles. Se duda de todo. Se siente el fracaso completo. Todos los ideales que te movían, ya no sirven. Se busca y no se encuentra. Se grita y nadie responde. La esperanza guarda silencio.

          Sin embargo, hay algo que te puede, un deseo, un afán, una búsqueda, una fuerza secreta que te arrastra. Si te dejas seducir por la buena estrella, te inunda una inmensa alegría. Algo que supera todo sentido y que no puede traducirse en palabras, una alegría que te embriaga y te transforma. Son los frutos del amor. Son los frutos del darse como Jesús. Lo que no se da se pierde.
                                                               

DOMINGO  
Nacimiento de este año en nuestra iglesia